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Creaciones de Encarnación Hernández (2008)

El ser humano es el eje sobre el que gravita toda la producción artística reciente de Encarnación Hernández. Hacia él dirige su mirada y sobre él construye distintos procesos de reinterpretación expresiva y simbólica que hacen oscilar la adjetivación de la figuración que desarrolla.

En su producción pictórica, la integración del ser humano con la naturaleza que le acoge se convierte en un motivo recurrente. La desnudez de los tipos representados, fundamentalmente femeninos, coadyuva a la plasmación de este concepto: de este modo, la sensualidad exultante de las figuras, integradas con armonía en el marco natural, acentúa esa vinculación telúrica que Encarnación Hernández consigue plantear con rotundidad plástica.

En estas mismas obras, la línea de contorno, aquello que define a la figura como una entidad física, nunca cede ante el rigor del naturalismo descriptivo. En este sentido ya hemos aludido a la reinterpretación expresiva que plantea Encarnación Hernández en sus obras, una fuga hacia aquellos terrenos que, sin abandonar la posibilidad de una lectura referencial, activan nuevas maneras de entender y analizar lo cotidiano.

La producción escultórica de Encarnación Hernández mantiene múltiples nexos con la valoración formal que acabamos de establecer a propósito de sus pinturas. De nuevo está presente el ser humano que es transformado en su canon y morfología sin, por ello, anular aquellos rasgos que le otorgan identidad. La artista nos ofrece la posibilidad de pensar al sujeto desde diversos ángulos, de acompañarla por el viaje introspectivo que le ha llevado a someter a sus personajes a una profunda metamorfosis para, finalmente, establecer nosotros mismos nuestros propios vínculos emocionales.

El itinerario creativo de esta nueva exposición culmina con una excelente selección de piezas en vidrio (técnica sobre la que viene investigando desde que en el año 2.000 realizara cursos con grandes maestros centroeuropeos y japoneses), así como joyas, preferiblemente en plata, llevadas a cabo con una gran pureza y elegancia en el diseño.

 

EL PUNTO de las Artes

Edición del 1 de agosto a 4 de septiembre de 2008 - Sección Nacional / Málaga, página 21
Exposición en el Rectorado de la Universidad de Málaga – del 1 al 30 de Julio de 2008.

A  Larra

 

Esculturas y dibujos de Encarnación Hernández (2006)

Una vez más tenemos ocasión de disfrutar de las obras de Encarnación Hernández, que ahora presenta una muestra en la sala Maruja Mallo del Centro Cultural de las Rozas. Se trata de un conjunto de piezas inconfundible en el tratamiento donde todo queda en ese peculiar sentido del ensimismamiento que perfila el ideario de la escultora.

Siempre dentro de una corriente figurativa que, en algún modo, ha bebido de los postulados tanto clásicos como  vanguardistas, la obra tiene su germen para el vestigio de sus intenciones en el material. Así el bronce parece recoger toda una tradición metodológica a través de la cual Encarnación Hernández, vertebra una sucesión de ideas que convergen en unos ademanes cuya apreciación estriba en el tratamiento sinuoso del dibujo que dirige su discurso.

Encarnación mantiene unas constantes de ejecución que definen toda su obra dentro de un ejercicio en el que la mirada es un testimonio de intenciones. En efecto, toda su obra parece atender a un estado interior que mucho tiene que ver con lo onírico y trascendente. Dibujos y esculturas recrean una imagen idealizada por ella de los comportamientos anatómicos que, una vez dirigidos por su vocación, varían su modelado en virtud de unas premisas significadas en la entidad individual de la obra. De esta forma, siempre hallamos un rincón para el pensamiento dentro de su labor, los elementos y componentes naturales que la estructuran derivan hacia un entendimiento que parece envolver todo en torno a un aura perceptible y cargada de sensaciones que se proyectan al espectador. De tal forma, resulta imposible no percibir ese sentido enigmático y casi presencial que destilan estos trabajos en ningún momento ausentes a la atmósfera en la que se encuentran. Y es que la tersura e impronta que levanta montes en forma o dentro de su obra,de gestos animados por el material y lo casi exótico de su lenguaje no deja lugar a dudas de una búsqueda incesante que da sus frutos en las sensaciones que suscitan”.

EL PUNTO de las Artes

Edición del 1 al 25 de mayo de 2006 - Sección Madrid, página 30
Exposición en Sala Maruja Mayo, Centro Cultural de Las Rozas– Ayuntamiento de Las Rozas de Madrid  (del 10 de Mayo al 3 de Junio 2006)
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Mirando al Arno

 

Rostros y figuras de Encarnación Hernández (2006)

La obra escultórica de Encarnación Hernández posee una monumentalidad que surge de la síntesis rotunda de los elementos plásticos: la limpieza de la línea y la expresividad de la forma se conjugan con una sabia elaboración técnica. La contemplación de su serie de rostros, motivo central de su iconografía, nos permite apreciar una depuración formal que viene proporcionada tanto por la sobriedad del diseño como por el brillante pulido.

Sin embargo, Encarnación Hernández no asienta la totalidad de su discurso escultórico en la síntesis de la forma. La conjugación de matices y texturas diseña una superficie múltiple pero perfectamente integrada, donde el centelleo lumínico del cabello contrasta con la suavidad casi cristalina de los rostros. Sin embargo, este modo de actuación no es una regla única en la producción de Encarnación Hernández. Podríamos decir que sobre estas pautas esenciales, la artista levanta un amplio edificio de posibilidades combinatorias.

Se produce así un contraste evidente entre síntesis y anécdota, conceptos que pueden remitirnos a las dos vertientes que se entrelazan en su obra escultórica: modernidad y tradición. Del conocimiento de ambas vías creativas -un conocimiento no sólo formal sino también técnico- surge una obra que asume un cierto espíritu clásico pero impulsado con el espíritu de su tiempo. Esto ocurre incluso en aquellas obras donde la propia iconografía - Poseidón, Zeus, etc.- parece obligar a un lenguaje determinado. Sin embargo, Encarnación Hernández modifica la rigidez de la formulación tradicional para que ésta se adapte a las particularidades expresivas de su lenguaje escultórico.

La presente muestra se completa con un conjunto de pinturas que, en cierto sentido, complementan algunas de las investigaciones que en el terreno escultórico, ha realizado Encarnación Hernández. La preponderancia de la línea y el matiz neocubista de la estructuración formal se compagina, en esta ocasión, por un uso saturado del color que aporta a sus pinturas una efectividad plástica muy expresiva.

EL PUNTO de las Artes

Edición del 22 al 28 de Septiembre de 2006 - Sección Nacional, página 11
Exposición en la Casa Fuerte Bezmiliana - Ayuntamiento de Rincón de la Victoria (Málaga) - Del 8 de septiembre al 1 de octubre de 2006

Jano

 

Esculturas y joyas de Encarnación Hernández (1990)

No cabe duda sobre la voluntad creadora de formas que anima a Encarnación Hernández, de la que se exponen esculturas y joyas en la galería Kreisler de Madrid, cabezas y máscaras en joyas y algunos dibujos en los que se revela la fluidez de la línea, contenedora de la rotundidad de los volúmenes.

Ofrecen unas obras el perfil fragmentado y enfrentado, mientras que otras condensan ecos de un pasado clásico e incluso ciertos rasgos de la escultura negra, si bien su objetividad descontextualizada de una u otra cultura apunta a la definición de la forma por sí misma. Esquematismo en el quiebro de estilizaciones y volúmenes crean su propio canon de alargamientos y "manieras" en el logro de piezas que contienen la deseada calma.

Las esculturas de Encarnación Hernández, como sus joyas y dibujos, constituyen un sensible registro de interpretaciones en torno a la forma elemental "inacabada". De la soltura y espontaneidad del modelado surge el esbozo definidor de un lenguaje escultórico sustentado por ritmos dominantes. La fluidez de los perfiles, relieves y oquedades, en ocasiones al borde su disolución, caracteriza sus fisonomías faciales, masculinas o femeninas, arcaicamente intemporales.

Una buscada inhabilidad en la resolución de la forma figural pone de manifiesto el cambio de orientación que ha experimentado la sensibilidad moderna, en su voluntad estilística, respecto a la escultura clásica. El artista de hoy lo que pretende tras una presunta "inhabilidad" es buscar la depuración e intensificación de su propia voluntad de estilo.

Encarnación Hernández, con una acreditada formación escultórica en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, diplomada en AArtes Decorativas en Salamanca y con varios cursos de cerámica en su haber, se halla inmersa en la fascinación del modelado y al encuentrode una definición estilística cada vez más personal.

Sus formas responden a la necesidad de abolir la "hermosa imagen" o "el bello rostro" y a la plasmación de un "realismo" de nuevo cuño.

ROSA MARTÍNEZ DE LA HIDALGA

Edición TM, sección Arte, del 30 de enero al 1 de febreo 1990, página 16
Exposición en galería KREISLER de Madrid.

Hoplita

 

Segundo premio de la Bienal de Escultura y Pintura de la Universidad Politécnica de Madrid (1982)

Encarnación Hernández, que acaba de saltar a la actualidad, con la obtención de este reciente premio, nació en Casillas de las Flores en 1949 y estudió el bachillerato en Salamanca.

Realizó cursos de pintura y escultura con los profesores Álvarez del Manzano y Núñez Solé, (que avivaron su vocación, temprana por la escultura y por la investigación artística de la naturaleza) y cursó la especialidad de escultura en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando.

Aunque apenas realiza pintura, pues las esculturas las realizó directamente sobre el barro (sin bocetos previos) tiene diversas maternidades, algunos bodegones con técnica mixta de pastel y acuarela en los que predominan los tonos cálidos, entremezclados con los dorados y los verdeazules. Y, como en su escultura, el predominio de la figura humana, especialmente de la figura femenina, generalmente angulosa, de cara muy alargada y pelo muy rizado, normalmente en planos contrapuestos. En los desnudos, una serie de grafismos superpuestos, vienen a desdibujar la llamada hacia el sexo para arrastrar la atención del espectador hacia la serena mirada de la protagonista o hacia las anatomías desbordadas por las amplias y a veces deformantes caderas Y las fuertes musculaturas, en claro contraste con, la serenidad clásica -a veces hasta totalmente griega- de algunas de las caras.

Entre las esculturas podemos subrayar la serenidad pensante un tanto estatuaria de este rostro de mujer, ganador del último premio. El aspecto geométrico del pelo, contrasta con las incisiones de los ojos y con la angulosidad de los pómulos -apenas perceptibles- y en la trabajada zona de la boca.

En otras, el pelo constituye un tercer espacio vertical casi en su¿ totalidad para la elaboración de zonas a esculpir. Y, sin embargo, subrayados por el contraste de los rasgos leves, que constituyen el encanto irresistible de estas mujeres de Encarnación Hernández.

En la Venus prehistórica –de su reciente exposición en la Sala Berruguete- resalta la musculatura -siempre relevante en las mujeres de esta escultora-, el aire de sereno mando, de gesto duro, como un aire de matriarcado gobernante, muy por encima del tabú del sexo.

Entre los barros todavía húmedos que hemos podido contemplar en su pequeño estudio, donde la escultura se libera de los avatares cotidianos, donde se pierde a su gusto por otras galaxias y se le pasan, las horas sin verlas, habría que destacar una figura de muchacha oferente, con un ramo de flores en las manos, en posición dorso lateral, que la escultora piensa colocar en la tumba de su recién fallecida madre.

Tal vez sería bueno decir que hay allí también, en preparación, una máscara de mujer africana, cuyo rostro tiene la penetrante mirada -serena, pero inquietante a un tiempo- de las caras femeninas que trabaja la escultura. Y, sobre todo, una maternidad o madre castellana, que condensa la fuerza, la musculatura, el enfrentamiento con la dureza del medio ambiente, la fecundidad y la ternura en un sólo gesto, para más dificultad todavía, -sin subrayar en las modernistas caras de la madre y el hijo que se funden en un estremecedor y a la vez silencioso abrazo.

Si añadimos que la casi totalidad de la obra la ha realizado la escultora y profesora en estos últimos años que lleva entre nosotros, tendremos que felicitarnos de que esta incipiente, pero ya veterana escultora, haya afincado entre nosotros y de que precisamente aquí, entre nosotros haya empezado a participar en exposiciones colectivas como la Itinerante del Consejo de Castilla y León -todavía en circulación por diversas provincias- la de Ambito (en Valladolid) o la muy reciente de la Sala Berruguete, que afortunadamente ha venido a coincidir con la concesión de este premio en la Universidad Politécnica de Madrid.

JESÚS CASTAÑÓN

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